«… aprovecho la ocasión que me brindan estas líneas para hacerle dos preguntas de la Biblia. La primera se refiere a la adoración. Sucede que hay ocaciones cuando siento un gran deseo de adorar a Dios, mi alma se siente impulsada a contemplar al Señor en sus sufrimientos, en la dignidad de su persona y en el triunfo de su resurrección y ascención a los cielos. Pregunto, hermano, ¿puedo hacerlo en la casa, en cualquier lugar dónde me encuentre? ¿o, debo esperar el Domingo en la mañana para adorar silenciosamente en la Cena del Señor? No sé si Ud. entiende claramente mi pregunta. Espero que sí. La otra pregunta se refiere a lo que está escrito en primera de Timoteo 2:15, donde, hablando de la mujer dice: «… pero se salvará engendrando hijos…» Si se refiere allí a una mujer creyente, ¿por qué dice se salvará? Y, además, ¿cómo puede salvarse engendrando hijos?»
Apreciada Hna., me alegra que su alma esté con tales deseos hacia el Señor. Ahora, debo decirle, que hay cierta confusión en cuanto a la adoración. Lamentablemente, se nos ha dado por llamar al culto del Domingo en la mañana, culto de adoración. Esto ha traído, para muchos, la idea que UNICAMENTE el Domingo en la mañana es cuando y donde debemos adorar. Es verdad que en este día, congregados con su pueblo, en la presencia del Señor y, en torno a los símbolos, constituye una oportunidad solemne para adorar, pero la Biblia no llama a esta reunión «CULTO DE ADORACIÓN», sino Cena del Señor y Partimiento del Pan. Tampoco enseña la Biblia que esta es la única ocasión en que debemos adorar. Así, pues, la animo a que haga caso a los deseos de su alma en este particular, cuando ésta le pida postrarse y adorar al Señor. El profeta Isaías dijo: «Tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte» (Isaías 26:8,9).
Aspiro haber podido ayudarla en cuanto a esto y, si aún duda sobre el asunto, atienda a lo que el mismo Señor dice: «Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Juan 4:21,23,24).
En cuanto a su segunda pregunta, sin duda, la referencia es a mujeres creyentes. Ahora, ¿a qué salvación se refiere el apóstol allí? Note que, en los versos anteriores, el escritor inspirado viene hablando sobre el tema del silencio de la mujer en la congregación, que ella no debe ocupar el lugar de la enseñanza pública en la iglesia. Luego, hace referencia al hecho de que Eva fue engañada por Satanás en el Edén. Entonces de acuerdo al contexto, ¿de qué se salvará la mujer? Es claro que se salvará de ser engañada por el diablo, de ser inducida por Satanás a pensar que puede tener un lugar en la iglesia que, únicamente, Dios ha dado al varón. Entonces, es evidente, por este pasaje, que toda mujer, ocupando un lugar de enseñadora en la tribuna o plataforma, constituye un engaño del diablo. También, note que en su primera de Timoteo 4:16, la palabra «salvación» está relacionada con creyentes y que, tampoco allí, tiene nada que ver que con la salvación del alma, sino que se refiere a la salvación de caer en el error doctrinal. Pablo dice a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, TE SALVARÁS a tí mismo y a los que te oyeren”. En cuanto a la expresión “engendrando hijos”, esto no está referido a la mera procreación, pues si el versículo indicara que, por el hecho de tener hijos, la mujer se hace salva, entonces, ¿qué de los hombres? Además, ¿qué de las mujeres estériles? Más aún, ¿cuántos caminos de salvación habrían? ¿El engendramiento de hijos y la fe en Jesucristo?
Entonces entendamos que lo que el apóstol está diciendo, es que la mujer que entiende que su lugar no es el de ser maestra, predicadora o pastora de la iglesia, sino que su ministerio está ligado a la crianza y al cultivo de la familia en el temor de Dios y la enseñanza práctica, por medio de una vida “con fe, amor, y santificación con modestia”, esta mujer se salvará de ser engañada por el diablo.
Espero, hermana, haber ayudado en algo en cuanto a sus inquietudes. Si no está satisfecha, creo que hay entre el pueblo de Dios varones de verdadera capacidad en Las Escrituras. Ellos podrán ayudarle mejor que yo.
Algo más, la animo a seguir escudriñando la Palabra de Dios. Su mente crecerá en conocimiento y su corazón en devoción hacia el Autor de nuestra común salvación.
Sin más por los momentos, de Ud. en Cristo, y con un cordial saludo de parte de mi esposa, se despide:
G. Villegas
Tomado de las páginas 6 y 7 del libro «Doce Cartas Contestadas» de Gelson Villegas (1989). Editorial La Voz en el Desierto. ISBN 980-300-818-8