El Por Qué del Milenio

por Alcímedes Velasco. Tomado de la revista La Sana Doctrina Nov-Dic 1995.

La doctrina acerca del Milenio ha sido objeto de mucha controversia. No todos los estudiosos de la Biblia tienen un común entendimiento sobre esta dispensación futura. Sobre el particular, existen por lo menos tres escuelas de interpretación:

  1. El Amilenarismo. Los que sostienen esta posición, dicen que no habrá un milenio literal. El Reino Milenario es la esfera de la Iglesia. Todo aquél que cree disfruta de el Milenio en un terreno espiri tual. La única venida de Cristo será en gloria, traerá el juicio final y en seguida el estado eterno.
  2. El Postmilenarismo. Los intérpretes de esta escuela tampoco creen en un milenio literal después de la segunda venida de Cristo. Para ellos el Milenio es una utopía que llegará al final de esta edad de la iglesia, como resultado de la predicación exitosa del evangelio. A medida que se acerque el fin, el mundo irá en progreso ascendente. Cuando Cristo regrese a la tierra, el mundo ya estará sometido a Él disfrutando del milenio. Él juzgará al mundo, y comenzará de inmediato la eternidad.
  3. El Premilenarismo. Esta es la interpretación ortodoxa, objetiva y realista. Es la que más se ajusta al sentir de los profetas, y a la fe de los santos del Antiguo Testamento; es la que más se ciñe al creer de los apóstoles, y al parecer de los fieles de la primitiva iglesia.

La Iglesia no es el Milenio (como dicen los amilenaristas), ni todo el mundo se irá convirtiendo progresivamente a Cristo (como sostienen los postmilenaristas). La levadura de la falsa doctrina seguirá leudando con su herejía a este mundo. Al final de esta edad, no hay milenio sino apostasía.

El premilenarismo enseña que Cristo vendrá con sus santos a la tierra para establecer un reino literal sobre la tierra, tal como fue prometido por los profetas. Luego cuando los mil años se cumplan, viene el juicio final y después la eternidad.

El Señor habló del tiempo de su reinado en la tierra como La Regeneración (Mt. 19:28).

Es en Apocalipsis capítulo 20, versos 1 al 7, donde 6 veces se nos dice que este reino, o época dorada, durará un tiempo de mil años. En este libro los tiempos, a menos que se indique lo contrario se toman literalmente y no alegóricamente. Por ejemplo, allí se indica claramente que 42 meses y 1260 días son equivalentes (Ap. 11:2,3; 12:6; 13:5). Entendemos de igual manera, que mil años son 10 siglos. El apóstol Pedro dice: “para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día (2 Ped. 3:8).

Algunos se preguntan: ¿Por qué un milenio? ¿No es más fácil que Cristo venga, establezca de una vez sus juicios e instale el estado eterno?

Pero Dios dice: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Is. 55:8). Hay varias razones bíblicas que explican y justifican la instalación del reinado milenario de Cristo en la tierra de una manera literal:

a) Perfección del gobierno: Después del diluvio Dios encomendó al hombre la administración del gobierno. El hombre era responsable de gobernar el mundo para Dios. El Creador impuso la pena de muerte. En este acto judicial estaban implicados todos los demás actos gubernamentales del hombre. Triste es reconocer que el hombre no ha podido cumplir, a pesar de haber ideado e implementado varias formas de gobierno. Pero ninguno de estos regímenes, ni las monarquías absolutas, ni las democracias representativas, ni el comunismo socialista, ni las dictaduras militares, han podido traer la justicia, la paz y la prosperidad. Ningún sistema ha satisfecho los planes de Dios, ni los ideales de los hombres. En el mundo reina el caos, la anarquía, la corrupción administrativa. El hombre ha perdido la confianza en el hombre, está cansado de haber sido engañado. Sólo Cristo sacará a este pobre mundo del lodazal en que está hundido. El reinará con vara de hierro, al reaccionario destruirá como vasija de alfarero. Impondrá el orden, dominará de mar a mar. Será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Se orará por él continuamente, y todo el día se le bendecirá. Amén.

b) Vindicación del Señor en el juicio: La gente se justifica de sus males echando la culpa a otros. Enjuicia el sistema, culpando al ambiente desajustado; echa la culpa a Adán, que trajo el pecado; al diablo, que incita al pecado. El reino Milenario echará por tierra todos estos vanos argumentos. En el juicio final todo el mundo cerrará ante él la boca, y quedarán bajo el juicio de Dios.

Durante el Milenio se restaurarán las condiciones prístinas. El Paraíso será restaurado. En lugar de la zarza crecerá el ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá el arrayán. El león comerá paja como el buey. El niño de pecho jugará en la caverna del áspid. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas. El diablo que los engañaba será atado durante estos mil años en el abismo. Dios quitará toda ponzoña, toda adversidad, toda estrategia satánica. No obstante en aquella edad gloriosa el hombre pecará. Aunque vivirá en las más óptimas condiciones. Estará mejor que Adán en el Edén. Eva fue engañada por Satanás; allí no habrá esa posibilidad, ya que el diablo estará atado en prisión obscura. Sin em bargo en ese tiempo el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. El pecado no será tolerado allí ni la malcriadez del niño, cuanto más el acto deliberado del adulto. Allí la paga del pecado será la muerte fisica. Dios demostrará que el mal está en el corazón del hombre.

c) Revelación del carácter incorregible de Satanás y sus huestes: Los filósofos incrédulos argumentan que Dios creó al diablo malo, y lo ha sentenciado irremediablemente al lago de fuego. Durante el Milenio, éste, quien fuese en un principio querubín grande y protector, permanecerá atado mil años en el abismo. Su pecado inicial fue la soberbia y orgullo contra Dios. El saldrá de su encierro con el mismo espíritu altanero a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. (Ap. 20:7-9). Se evidencia que el castigo no lo enmendó. Él es en su carácter enemigo de toda justicia, engañador, mentiroso y adversario; no cesa de trastornar los rectos caminos del Señor.

Surge la pregunta: ¿Dónde halla Satanás gente para rebelarse contra Dios, si los que ingresaron al Milenio, todos eran salvos? La respuesta es que los que ingresan a la tierra milenaria entran en cuerpos naturales: pueden envejecerse, pueden procrear. (Entendemos que todos los resucitados antes de empezar el Milenio estarán durante este período milenario en la Jerusalén Celestial, allí prevalecen otras condiciones para los que tienen cuerpos transformados) (Mt. 22:30; Heb. 11:8-10, 15-17; 12:22-24; Sal. 23:6).

Durante este reino glorioso, en la tierra milenaria habrá reproducción; de modo que, como la salvación no es cuestión de herencia, muchos hijos de creyentes que nacerán en aquella dispensación no serán regenerados. Estarán sujetos a la autoridad del Rey de Reyes por temor y no por amor. Estarán rebelados en sus corazones contra el Señor, pero no lo manifestarán externamente. Cuando Satanás sea suelto de su prisión, estos se alinearán con él contra Dios y contra su Cristo.

Al final del Milenio, el Hijo entregará el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Luego que todas las cosas sean sujetas al Dios y Padre, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo. Cristo reinará con el Padre y en la autoridad del Padre por los siglos de los siglos. Amén. (1 Cor. 15:24,28).

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